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Fast Fashion

El fast fashion es un factor que nos impulsa a ser consumidores menos conscientes y, al ser una industria que ha crecido exponencialmente en la ultima década, es un tema que se ha ido normalizando. Estoy segura que todos al menos una vez hemos sido víctimas del fenómeno de la moda rápida.


El término “Fast fashion” se refiera a la industria que lleva las tendencias al consumidor de forma muy rápida, en donde las prendas son a precios muy accesibles y por ello de baja calidad. En pocas palabras, es ropa barata: de usar y desechar. Todo esto con un propósito: que compremos en mayor cantidad y con mayor frecuencia.


Este fenómeno nació en la década de los 90, pero no fue sino hasta los 2000 que se popularizó y fue un boom dentro de la sociedad; un fenómeno que llegó y cambió nuestra manera de comprar. Claro que nos suena muy atractivo poder traer las ultimas tendencias a costos muy bajos, pero -como todo en la vida- el fast fashion tiene sus pros y sus contras, los cuales -estos últimos- personalmente creo que son mucho mayores.


Su más grande beneficio, como lo mencionamos antes, es que ya no tienes que gastar mucho dinero para estar “a la moda”: podemos tener productos muy parecidos a los que presentan las grandes marcas en sus pasarelas en cuestión de días. Podemos también renovar nuestro clóset de manera constante sin la necesidad de hacer un gran gasto. Hoy en esta industria puede haber hasta 52 colecciones en un mismo año y es por esto que cada semana encontramos nuevas propuestas, lo que nos lleva a consumir constantemente.


Pero detrás de todas las propuestas tan divinas que vemos en las tiendas de fast fashion hay grandes consecuencias implicadas. La mayoría de las producciones se dan en lugares como Bangladesh, Camboya o Vietnam, lugares en donde el costo de manufactura es muy bajo. Sin embargo, las circunstancias en la que trabajan suelen ser inhumanas, ya que trabajan en edificios con pésimas condiciones, tienen largas jornadas laborales y sueldos de menos de un dólar al día.


Fashion Revolution es una organización que busca transformar y crear consciencia sobre el costo real de la industria de la moda y crear moda ética y humana. Nace en el 2013, tras un hecho que -sin duda- marcó la industria del fast fashion: el derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, un centro de manufactura textil en donde murieron 1,134 personas que trabajaban para marcas de fast fashion.



El impacto ambiental de esta industria de producción rápida es lo que la convierte en la segunda industria más contaminante del mundo. El 20% de la contaminación acuífera viene del tratamiento que se le da a los textiles para teñirlos. Una t-shirt básica de algodón usa alrededor de 2,720 litros de agua para poder fabricarse y más del 90% del algodón que se usa hoy dentro de la industria está genéticamente modificado, lo que genera un gran impacto ambiental. Hay que tener en cuenta que el promedio de costo de una t-shirt es de 5 dólares. Pero…¿toda la contaminación involucrada en la producción de una t-shirt realmente vale 5 dólares?


“El 85 % de las necesidades relacionadas con el agua de toda la población de la India estarían cubiertas con el agua que el país destina a la producción de algodón. 100 millones de personas en la India no tienen acceso a agua potable” -Stephen Leahy de The Guardian.


Es muy fácil para nosotros comprar una prenda a un precio súper bajo para después desecharla, olvidarnos de ella y comprar una nueva. En promedio una persona usa una prenda 7 veces antes de deshacerse de ella. De lo que no deberíamos olvidarnos es del impacto que la acción de desechar esa prenda puede traer, ya que al ser estas prendas elaboradas con materiales baratos y sintéticos, pueden tardar siglos en degradarse: una prenda de poliéster puede tardar hasta 200 años.


“Las fibras sintéticas baratas también emiten gases como el N2O, 300 veces más nocivo que el CO2” -James Conca de FORBES



Esta forma extrema de consumir en los últimos años ha provocado que la población tenga cuatro veces más ropa que en la década de los ochenta, generando cuatro veces más un impacto negativo en el medio ambiental y humano. Entre más consumimos, más trabajadores son explotados y mucha más contaminación provocamos.


El fast fashion es un modelo de compra sumamente atractivo para nosotros como consumidores. Sin embargo, creo que es una industria poco ética y deberíamos pensar dos veces antes de comprar una prenda, ver de dónde viene y las condiciones con las que se ha fabricado, para así poder hacer compras más conscientes y éticas.


¿Conoces todo el proceso que se involucró para hacer la ropa que traes puesta?


xx, G

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